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El Teatro Cervantes, más de 100 años como emblema de la escena argentina

Un teatro con “una historia increíble” y más de 100 años, que se inauguró el 5 de septiembre de 1921 como sala comercial y que desde 1936 es la sede del teatro nacional.


En el ecléctico corazón de Buenos Aires, un edificio centenario, con una fachada que replica la histórica Universidad de Alcalá de Henares en España, alberga desde hace más de ocho décadas el coliseo de las artes escénicas argentinas: El Teatro Nacional Cervantes.

Un teatro con “una historia increíble” y más de 100 años, que se inauguró el 5 de septiembre de 1921 como sala comercial y que desde 1936 es la sede del teatro nacional “con un proyecto para todos los territorios de la Argentina”, expresa a Efe Jorge Dubatti, subdirector de la institución, crítico, historiador y autor especializado en teatro.


LA INICIATIVA

“El Cervantes” fue un proyecto de la actriz María Guerrero y su esposo Fernando Díaz de Mendoza, propietarios de una compañía de teatro española, con gran éxito en Buenos Aires, quienes tenían el anhelo de crear en Argentina “un centro eminente para la cultura del país y su conexión con España”.

Una iniciativa que entusiasmó al mismísimo Rey Alfonso XIII, quien ordenó que todos los buques de carga de su Gobierno que llegasen a la capital suramericana transportaran los elementos artísticos indispensables para “el Cervantes”.

Fue así que azulejos, mayólicas, tapices, herrajes, lámparas y hasta un telón bordado con el escudo de Buenos Aires, entre otros muchos materiales, se confeccionaron y enviaron desde diversas ciudades españolas, en “una voluntad de interculturalidad Argentina-España”.

Pero ese gran emprendimiento teatral duró apenas cinco años, ya que los elevados costos de mantenimiento de la sala generaron una enorme deuda, y el matrimonio no tuvo más opción que poner en subasta pública el inmueble.

Ante el incierto destino del majestuoso coliseo, un grupo de teatreros locales acudió al entonces presidente de Argentina, Marcelo Torcuato de Alvear, quien impulsó la compra del edificio, que en 1936 comenzaría a funcionar como “Teatro Nacional de Comedia”. Un nombre que cambiaría definitivamente por el actual en 1947, al cumplirse 500 años del nacimiento de Cervantes.

TRAYECTORIA

Sobre la trayectoria del teatro a lo largo de los años, Dubatti manifiesta que la historia del “Cervantes” es "la historia de los sucesivos proyectos, no solo artísticos, sino también sociales y políticos de la Argentina”, con una constante: “la búsqueda de un teatro que se pueda pensar como representativo de lo nacional, de lo argentino”.

Autor del libro “Teatro Nacional Cervantes, el primer siglo”, el directivo comenta las dificultades que tuvo para resumir la “increíble riqueza” de su historia, y destaca, entre otras cosas, la gran producción argentina, así como la recepción de espectáculos internacionales y festivales.

TEATRO FÁBRICA

Como teatro nacional, “el Cervantes” contempló desde el inicio la producción de todos los elementos propios de la escena, una filosofía que hoy mantiene: “Tenemos aquí no solamente elencos y equipos artísticos que van generando sus espectáculos, sino un cuerpo estable de trabajadores, sastrería, escenografía, maquinismo, maquillaje, vestidoras”.

Dubatti explica que la transmisión de esos “saberes del oficio” es una de las demandas recurrentes de los teatros de las provincias donde ‘el Cervantes’ tiene programas de producción o fortalecimiento federales (‘Produce país’, ‘Red Federal de Teatros’).


“En ese sentido, ‘el Cervantes’ es mucho más que una sala que produce espectáculos, es también una usina en el sentido de producción e irradiación de conocimientos específicos de lo teatral”, afirma, y destaca en ello el rol fundamental de los trabajadores.

PRÓXIMOS 100 AÑOS

“Para el próximo siglo, que ya estamos haciendo, creo en un teatro muy federal, conectado con todo el país. Un teatro de innovación, que sea punta de vanguardia en experimentación, pero que también esté muy atento al pasado histórico argentino”, expresa el historiador

“Tenemos una cultura teatral maravillosa que va del sainete al grotesco, el teatro independiente, pasando por el patio criollo y las poéticas del tango”, subraya, mientras manifiesta el deseo de trabajar con esas poéticas, no solamente para conservarlas, sino también para redimensionarlas desde el discurso contemporáneo.

El directivo imagina un Teatro Nacional Cervantes con un sistema permanente de publicación de autores, historia, encuestas, un gran centro de investigación irradiado a todo el país: “Lo pienso como una usina de producción que vaya acompañando los cambios culturales, políticos, sociales y artísticos en la medida en la que se vayan dando, siendo, entre otras cosas, protagonista de lo que podríamos llamar ‘puntas de vanguardia’, concluye.