EFE

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Más de 900 muertos por la represión tras el golpe de Estado en Birmania

El Ejército birmano justifica el golpe por un supuesto fraude electoral en los comicios del pasado noviembre.


Al menos 902 personas han perdido la vida en Birmania a raíz de la brutal represión ejercida por las fuerzas de seguridad tras el golpe de Estado militar del 1 de febrero, que después de casi cinco meses y medio no ha logrado controlar el país.

La Asociación para la Asistencia de Presos Políticos (AAPP) en Birmania documentó este martes tres nuevos fallecidos, asesinados en días previos por disparos de soldados o mientras permanecían arrestados por las autoridades.


"Este es el número verificado por la AAPP, es muy posible que el número de muertos (real) sea mucho más alto", remarcó el ente en un comunicado.

Además la organización no gubernamental contabiliza 6,640 arrestados desde la sublevación militar, de los cuales más de 5,200 continúan detenidos, entre ellos la derrocada líder Aung San Suu Kyi, y se han emitido más de 1,960 ordenes de arresto.

Pese a la violencia y acoso de las fuerzas de seguridad contra los movimientos de disidencia al mando castrense, continúan las manifestaciones en rechazo de la junta militar a lo largo del país y a pesar de los confinamientos localizados decretados por el actual régimen para evitar la propagación de la Covid-19.

El líder de la junta militar, el general Min Aung Hlaing, se comprometió el 24 de abril a parar la violencia contra los civiles durante una reunión en Indonesia junto a los líderes políticos del Sudeste Asiático, entre otras promesas que buscan zanjar la crisis política birmana desatada por la toma de poder.

Sin embargo, el militar golpista no ha mantenido su palabra y días después de la citada reunión señaló que priorizará "mantener la ley y el orden".

Desde esa fecha y hasta este martes, más de 150 personas han muerto a manos de los fuerzas de seguridad, que han disparado a matar en numerosas ocasiones contra los manifestantes pacíficos.

Algunos de los opositores han decidido tomar las armas contra los militares, cansados de los pocos avances de las protestas pacíficas; mientras se han abierto o recrudecido a lo largo del país los enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas y grupos rebeldes.

El Ejército birmano justifica el golpe por un supuesto fraude electoral en los comicios del pasado noviembre, en los que arrasó el partido liderado por Suu Kyi, como ya hiciera en 2015, y que fueron considerados legítimos por los observadores internacionales.


Según la nueva Comisión Electoral, nombrada por los militares tras el golpe de Estado, casi un tercio de los más de 30 millones de votos emitidos en los comicios son fraudulentos y ha reclamado que la Liga Nacional para la Democracia, la formación de Suu Kyi, sea declarada ilegal y sus representantes procesados por traición.