
Referencial
Bullying: una herida silenciosa que puede marcar la vida desde la infancia
Las manifestaciones del acoso no se limitan a lo físico, también incluyen agresiones verbales, emocionales y otras.
El bullying no es un conflicto pasajero entre estudiantes. Es una forma de violencia sistemática entre pares, que puede iniciar tan temprano como en la etapa preescolar y continuar durante la primaria y secundaria, causando consecuencias emocionales y mentales que pueden acompañar a las víctimas por el resto de sus vidas, según la psicóloga Yerling Castillo.
En el marco del Día Internacional contra el Bullying o el Acoso Escolar que se conmemoró este 2 de mayo, la especialista resalta que las manifestaciones del acoso no se limitan a lo físico, también incluyen agresiones verbales, emocionales y, cada vez con mayor frecuencia, el ciberbullying.
Estas formas de violencia afectan no solo la autoestima, sino múltiples aspectos del entorno de la víctima.
“Definitivamente, daña no solamente la autoestima, daña muchos otros ámbitos de su entorno social, familiar y por ende escolar. En muchos casos, la víctima llega a interiorizar las agresiones, creyéndose incapaz o sin valor", añadió.
Añade que la persona “termina creyendo que no vale, que es un tonto o que no es capaz de poner límites asertivos”.
Señales de alerta
Las señales de alarma pueden ser silenciosas, pero están presentes. “En los niños, las señales de alarma suelen manifestarse a través de cambios de comportamiento, como retraimiento, irritabilidad, conductas agresivas, entre otros”, indicó la psicóloga.
También pueden aparecer síntomas físicos, como dolores de cabeza, náuseas o molestias estomacales, que muchas veces son expresiones psicosomáticas del malestar emocional.
Otra señal preocupante es la negativa persistente a ir al colegio. “Tal vez no lo exponen de forma explícita, pero comienzan también a somatizar síntomas físicos… justamente para tener una justificación psicosomática para no ir al colegio”, señaló Castillo.
Además, se observa una disminución del rendimiento académico y comportamientos que pueden confundirse con malcriadez, cuando en realidad son gritos silenciosos de auxilio.
La especialista también resaltó el papel fundamental de las familias en la detección y prevención del bullying. Advirtió que muchas veces se minimizan las experiencias de los niños con frases como “déjalo, no le hagás caso” o “solo son cosas de niños”, lo cual invalida su dolor.
“Gran parte de la solución tiene que ser que tú valides y reconozcas que la otra persona como víctima se está sintiendo incapaz de poner esos límites adecuados”, afirmó Castillo, quien recomendó que los padres promuevan el diálogo, la escucha activa y la comprensión dentro del hogar.
Además, subrayó que el trabajo terapéutico debe considerar tanto a la víctima como al agresor. “La sumisión viene desde el hogar, cuando comienzas a decirle a tu hijo: ‘si te pegan, pégale’ o ‘si te pegan, te pego yo el doble’, entonces optamos por callar porque no quieres sentirte agredido ni en la escuela ni en tu casa.”