Referencial

Referencial

Estos son los daños y riesgos a la salud tras ser impactado por un rayo

La gravedad de las lesiones depende de la edad del paciente y estado de salud.


Durante una tormenta eléctrica ocurrida el pasado fin de semana en la comarca San Benito 2, en Chinandega, un hombre identificado como Ariel, de 30 años, fue impactado por un rayo mientras se encontraba en el exterior de su vivienda portando su teléfono móvil. Aunque logró sobrevivir, sufrió graves lesiones.

El doctor Jorge Manzanares, médico general, advierte que un impacto de rayo puede dejar secuelas severas en la salud, tanto a corto como a largo plazo.

Entre los daños más comunes se encuentran los neurológicos, que pueden manifestarse como pérdida de conocimiento, convulsiones, cefaleas intensas, amnesia temporal, e incluso daños en la visión como cataratas o lesiones en la retina.

“Estamos hablando de un cortocircuito cerebral que puede provocar desmayos, convulsiones, y complicaciones visuales serias. También puede afectar directamente al corazón, provocando un paro cardíaco o arritmias, lo cual pone en riesgo inminente la vida del paciente”, explica el doctor Manzanares.

Daños a la salud

Además, aunque las quemaduras causadas por un rayo suelen ser superficiales debido a la velocidad de la descarga (que ocurre en milisegundos), pueden dejar marcas visibles en la piel e incluso afectar órganos internos dependiendo del entorno en el que se encontraba la persona al momento del impacto.

El riesgo aumenta si el afectado estaba en contacto con agua o materiales conductores.

Otro efecto preocupante es la parálisis muscular transitoria, que en algunos casos impide a la persona caminar durante horas o incluso días. “Esto puede ocurrir especialmente en los miembros inferiores, debido al paso de la corriente eléctrica a través del cuerpo”, precisa el especialista.

La gravedad de las lesiones también depende de factores como la edad del paciente, su estado de salud previo y las circunstancias del accidente.

Por ejemplo, personas mayores o con enfermedades preexistentes como diabetes, cardiopatías o insuficiencia renal tienen mayores probabilidades de complicaciones severas.

Asimismo, pueden presentarse secuelas dermatológicas, como manchas o lesiones menores en la piel, y pérdida temporal de la memoria.

"Algunos pacientes no recuerdan lo ocurrido antes o después del impacto, lo cual también es una señal de alteración neurológica", apunta el doctor.

En estas situaciones, el conocimiento básico de primeros auxilios puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Según el médico, si una persona presencia que alguien ha sido alcanzado por un rayo, lo primero es asegurarse de que el entorno es seguro antes de acercarse, ya que puede haber restos de electricidad estática en el cuerpo del afectado.

Una vez se ha verificado que no hay riesgo de descarga, se deben comprobar los signos vitales: si respira, si tiene pulso o si necesita reanimación.

“En caso de paro cardíaco o ausencia de respiración, se deben iniciar maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP), combinando compresiones en el pecho y respiración boca a boca”, señala Manzanares.

Incluso si el corazón sigue latiendo, puede haber una parálisis de los músculos respiratorios, por lo que será necesario aplicar solo respiración boca a boca mientras llega el servicio de emergencia. “Estas medidas básicas pueden mantener con vida a la persona mientras recibe atención especializada”.

El especialista también insiste en que no actuar por desconocimiento puede ser preferible a realizar maniobras incorrectas que agraven el estado de la víctima. “Llamar a la Cruz Blanca y mantenerse junto a la persona ya es una contribución valiosa”, puntualiza.

Con la proximidad del mes más lluvioso del año en Nicaragua, el riesgo de tormentas eléctricas aumenta, por lo que las autoridades instan a la población a evitar salir durante descargas eléctricas, resguardarse lejos de objetos metálicos o zonas húmedas y desconectar aparatos electrónicos.

Los rayos no solo representan un fenómeno natural impresionante, sino también una amenaza real a la salud humana. Casos como el de Ariel deben servir de recordatorio para no subestimar los peligros de las tormentas eléctricas y estar preparados para actuar en caso de emergencia.