
Foto: Josthin Díaz.
El joven que cuenta historias y leyendas sobre barro
Carlos Maldonado dejó sus estudios de Medicina y en la arcilla encontró su pasión.
A sus cortos 23 años está claro de lo que quiere y su imaginación creativa parece no tener límites. Y es que Carlos Eduardo Maldonado Chavarría, originario de San Juan de Oriente, lo demuestra en cada obra que talla.
Este joven encontró en el barro no solo un oficio, sino un lenguaje propio para contar historias y leyendas.
"Mi familia todo el tiempo ha trabajado en la artesanía, desde que tengo memoria, mi papá y mi mamá tenían un taller de cerámica funcional, pero bueno...pasan cosas en la vida, mi mamá falleció y mi papá no quiso continuar; y yo mientras tanto seguí estudiando, sin imaginar que la cerámica iba a formar parte de mi vida", cuenta el joven.
En el 2017 salió de quinto año en el Salesiano de Masaya y empezó sus estudios universitarios, específicamente Medicina, estudios que tuvo que suspender por motivos personales y la vida lo llevó de regreso al barro. Descubrió en el taller de un tío su verdadera pasión: crear piezas únicas que combinan tradición, paciencia y un estilo totalmente innovador.
"Me dieron la oportunidad de estar en el taller, me gustó y aprendí, luego comencé a ver el dinero, a ganar y eso me motivó; y me decidí a quedarme a trabajar con la cerámica", añade Maldonado Chavarría.
Un arte que respira imaginación
Carlos confiesa que su mente nunca descansa: mientras camina, observa o escucha, ideas abstractas se van formando en su interior. Más tarde, las traduce en diseños cargados de psicodelia, geometría y símbolos que parecen sacados de un sueño.
"Siempre me ha llamado la atención ser escultor, porque hay cosas en mi mente que solo dibujado no se vería tan espectacular como llegarlo a hacer una escultura, pero es algo que he estado tomando en cuenta, desde el año pasado para poder estudiar y tener un mayor conocimiento en el arte", manifiesta.
Sus piezas hablan. Algunas cuentan leyendas populares como la Chancha Bruja, la carretanagua o Quetzalcóatl; otras exploran el mundo marino con tortugas, corales y arrecifes; y otras más reflejan emociones humanas tan profundas como la ansiedad, el dolor o la esperanza.
“Cada persona puede ver algo distinto en mis obras”, dice Carlos. Y es que para lo que él es un gato abstracto, para otro puede ser un avión, o un universo entero de formas escondidas.
El delicado proceso detrás de la magia
Su trabajo comienza con la pieza ya torneada, pero ahí empieza el verdadero reto: aplicar engobe (una tierra especial), alujar con piedras de río hasta lograr superficies suaves, y pintar con paciencia extrema.
Algunas de sus creaciones tardan semanas en estar listas. Otras, meses. Pero todas tienen un sello inconfundible: la creatividad sin límites de un joven que no teme experimentar.
Sueños que viajan lejos
Carlos ya ha tenido la oportunidad de exponer en Granada y vender algunas piezas fuera del país, pero su mayor sueño es claro, llevar sus obras a exhibiciones internacionales, abrir una pequeña tienda con su firma y mostrar al mundo que el barro nicaragüense puede transformarse en arte contemporáneo.
“Quiero que mis piezas cuenten quién soy. Que al verlas, la gente sienta algo, lo que sea, pero que no pasen desapercibidas”, asegura.
Las obras oscilan desde los 65 hasta los 250 dólares.