
Fotos/Guillermo Rodríguez.
El informático que encontró en la madera una nueva forma de vida
Un oficio que combina tecnología y arte, en el que Harlem Martínez es el protagonista.
En el barrio donde vive Harlem Martínez, pocos imaginarían que detrás de las pantallas, los cables y los sistemas de seguridad que instala a diario, existe un mundo distinto. Harlem, de 35 años, es informático de profesión, pero en sus ratos libres ha encontrado en la madera un refugio creativo y una manera de devolverle naturalidad a un entorno saturado de plástico.
“Siempre me ha llamado la atención la figura de lo natural. La madera es algo vivo, no sintético, y eso me atrapó”, cuenta.
La chispa se encendió casi por casualidad, cuando compró un rompecabezas de dinosaurios de segunda mano y lo armó junto a su hija. Aquella experiencia lo marcó y, tiempo después, al viajar a Estados Unidos, quedó fascinado con los rótulos y figuras de madera que adornaban calles y hogares.
Al regresar a Nicaragua, se sorprendió al no encontrar nada parecido en un país “tan rico en naturaleza y bosques”.
De esa inquietud nació un oficio que combina tecnología y arte. Con un software de diseño vectorial, Harlem imagina las piezas, genera moldes y, poco a poco, arma rompecabezas tridimensionales que dan forma a barcos, automóviles o personajes de la cultura popular.
“Es como armar un carro pieza por pieza, hasta que la figura cobra vida”, explica.
Uno de sus mayores retos fue elaborar un Ford de los años 70, compuesto por unas dos mil piezas de madera. Le tomó tres días terminarlo. Pero su creación más popular es un barco inspirado en la serie japonesa One Piece, que se ha convertido en la favorita de adolescentes y coleccionistas.
“Ese barquito me lo piden bastante, lo vendo en 650 córdobas”, dice orgulloso.
Lo que empezó como un pasatiempo, pronto llamó la atención en redes sociales. Publicó sus obras y las solicitudes comenzaron a llegar.
Desde motocicletas en 3D hasta figuras de Pikachu, Harlem asegura que puede dar forma a cualquier diseño que le propongan.
Aunque su trabajo principal sigue siendo la informática, dedica hasta ocho horas después de la jornada laboral a diseñar y ensamblar piezas en su taller improvisado en casa.
Este joven sueña con tener un espacio propio donde exponer sus esculturas y, sobre todo, con compartir este arte natural con más personas.
“Quiero que la gente embellezca sus hogares con madera, que sientan que tienen un pedacito de vida en sus casas”, afirma.
Para Harlem, cada pieza no es solo un adorno, es un recordatorio de que la naturaleza todavía puede ser parte esencial de nuestro día a día.