
Referencial
OPS: 10 millones de personas conviven con hepatitis en América Latina y el Caribe
El Minsa reportó en 2024 un total de 449 casos de hepatitis tipo A.
En América Latina y el Caribe, más de 10 millones de personas viven actualmente con hepatitis B o C, según datos recientes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Lo alarmante, según advierten los expertos, es que la mayoría de quienes están infectados no lo saben, lo que incrementa el riesgo de desarrollar complicaciones graves como cirrosis o cáncer de hígado.
"Muchas veces estas infecciones virales pueden estar presentes durante años sin manifestar síntomas. Cuando el paciente llega a consulta, ya puede haber daño hepático avanzado", explicó el Dr. Enrique Carrera, gastroenterólogo y hepatólogo del Hospital de Especialidades Eugenio Espejo en Ecuador, durante una entrevista en el podcast Hablemos de Salud, producido por la organización.
Casos en Nicaragua
En Nicaragua, la situación no es tan crítica como en países del cono sur, pero se mantiene una prevalencia moderada. El Ministerio de Salud (Minsa) reportó en 2024 un total de 449 casos de hepatitis tipo A. Además, las variantes B y C continúan presentes, aunque con menor incidencia.
“Tenemos una endemia baja, pero constante, especialmente en poblaciones jóvenes con prácticas sexuales de riesgo o en personas que comparten agujas”, mencionó el médico general Jorge Manzanares.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada 30 segundos una persona muere en el mundo por complicaciones asociadas a la hepatitis. Esto convierte a la enfermedad en un serio problema de salud pública, pese a que existen vacunas para la hepatitis B y tratamientos antivirales altamente efectivos, especialmente contra la hepatitis C.
“El 60 al 70% de los infectados con hepatitis B o C no tienen idea de que portan el virus. Esto dificulta su detección y permite que la enfermedad avance sin control”, alertó el Dr. Carrera.
Así se clasifican
Las hepatitis virales se clasifican por letras: A, B, C, D y E. Las más comunes y peligrosas en América son la B y la C. Ambas se transmiten principalmente por contacto con sangre infectada, relaciones sexuales sin protección o de madre a hijo durante el parto.
En décadas pasadas, también se propagaban a través de transfusiones de sangre, pero los controles actuales han reducido ese riesgo significativamente.
"La hepatitis C tiende más a la cronicidad. Se transmite casi exclusivamente por contacto con sangre, y aunque no hay vacuna disponible, los antivirales actuales logran eliminar el virus en más del 95% de los casos", precisó el doctor Manzanares.
En cambio, la hepatitis B, aunque también puede cronificarse, tiene una vacuna efectiva y segura que está incluida en los esquemas de inmunización infantil en la mayoría de los países. “Vacunar a tiempo y mantener buenos hábitos de higiene son herramientas poderosas para prevenir esta enfermedad”, subrayó el gastroenterólogo y hepatólogo.
La comunidad médica celebra que en las últimas décadas se haya alcanzado una cura efectiva para la hepatitis C. Los antivirales de acción directa han reducido drásticamente la necesidad de trasplantes hepáticos. No obstante, la falta de acceso a estos tratamientos en algunos países sigue siendo un problema.
“Uno de los grandes retos es garantizar que todos los pacientes tengan acceso a diagnóstico y tratamiento. Aún hay una gran brecha entre lo que se necesita y lo que realmente está disponible en hospitales públicos”, advirtió Carrera.
En el caso de mujeres embarazadas, se han establecido protocolos específicos para reducir el riesgo de transmisión vertical (de madre a hijo). "Si una embarazada tiene hepatitis B, se le monitorea con exámenes especiales para bajar su carga viral, y al recién nacido se le administra una vacuna y una inmunoglobulina especial que reduce el riesgo de contagio", agregó.
La OPS y la OMS tienen como meta eliminar la hepatitis como amenaza para la salud pública para el año 2030. Para ello, insisten en ampliar las campañas de vacunación, hacer pruebas de tamizaje de forma rutinaria y ofrecer tratamiento gratuito o accesible.
“La hepatitis no debería seguir siendo una enfermedad silenciosa. Hay vacunas y hay tratamiento”, concluyó el Dr. Manzanares.