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¿Demasiado amor o demasiado control?: Así actúan los padres helicóptero
Aunque sus intenciones parezcan buenas, pueden frenar el desarrollo emocional de sus hijos, dice experta.
La intención de proteger a los hijos es natural en cualquier madre o padre, sin embargo, cuando el cuidado se convierte en control excesivo, supervisión constante y una necesidad de intervenir en cada aspecto de la vida de los niños, estamos ante un fenómeno que ha sido estudiado ampliamente por la psicología moderna: el síndrome del padre helicóptero.
Este término fue acuñado por primera vez en 1969 por Haim Ginott, un psicólogo y educador israelí, a través de las palabras de un adolescente que se quejaba de que su madre lo “sobrevolaba como un helicóptero”.
Aunque el concepto existía en la práctica mucho antes, fue en la década del 2000 cuando el término ganó gran popularidad, especialmente en los Estados Unidos, con el auge de las redes sociales y la hipervigilancia parental en contextos escolares y universitarios.
¿Viven a través de los hijos?
La psicóloga Adriana Zeledón, especialista en relaciones familiares, explica que este síndrome se presenta cuando los padres viven a través de sus hijos, controlando sus decisiones, evitando que enfrenten errores o frustraciones, y esperando que cumplan con los sueños o expectativas que ellos mismos no lograron alcanzar.
“Son padres que no solo protegen, sino que reemplazan al niño en cada desafío, quitándole la oportunidad de aprender por sí mismo”, afirma.
Según la exdperta, esta sobreprotección puede tener consecuencias negativas en el desarrollo emocional de los hijos, como la falta de autonomía, baja tolerancia a la frustración, dependencia emocional y miedo a tomar decisiones.
“Cuando los padres resuelven todo por ellos, los hijos crecen inseguros, con poca autoestima y sin herramientas para enfrentar la vida”, advierte.
La especialista también insiste en la importancia de permitir que los hijos vivan sus propias experiencias, incluso aquellas que implican dolor, fracaso o frustración.
“Todas las experiencias son necesarias. La vida está hecha de aciertos y errores. Si los hijos no se caen, nunca aprenderán a levantarse”, señala con firmeza.
El desafío de criar hijos emocionalmente sanos implica también un interno por parte de los adultos: reconocer sus miedos, aceptar que sus hijos tienen derecho a ser diferentes, y recordar que la mejor forma de amar es dejar crecer, no limitar.