Guillermo Rodríguez

Guillermo Rodríguez

Trabajo informal en la tercera edad, la realidad de los que no cotizaron

Por no gozar de una pensión de vejez, la venta ambulante es la única alternativa que le queda para sobrevivir a doña María Victoria Duarte Trujillo.


Doña María Victoria Duarte Trujillo, una mujer de 60 años de edad cuenta lo difícil que ha sido su vida como vendedora ambulante en las calles de Managua.

Su mirada y semblante reflejan lo cansado que está su cuerpo al tener que trabajar desde los ocho años hasta esta edad, pero por no gozar de una pensión de vejez, la venta de agua helada y chicharrones es la única alternativa que le queda para sobrevivir.

La jornada de esta trabajadora comienza todos los días en el sector de la Subasta, en Carretera Norte, donde vende sus productos desde las 12 del mediodía bajo el inclemente sol.

Por no haber cotizado ni siquiera el mínimo en el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, no está incluida dentro de los más de 77 mil adultos mayores que actualmente reciben la pensión reducida en Nicaragua.

“Tengo cuatro hijos, la mayor es la única que trabaja, pero tiene que mantener a sus tres hijos, razón por la cual no le ajusta para darme dinero”, lamenta la señora.

Aconseja a los jóvenes que estudien para no pasar las necesidades que ella actualmente está atravesando.

“No tengo pensión, nunca le trabajé a nadie, siempre estuve en la calle ganándome la vida para seguir sobreviviendo”, sostuvo Duarte.

En este tipo de casos, Pedro Ortega, sindicalista de la Central Sandinista de Trabajadores (CST) asegura que les corresponde a los hijos asumir las necesidades económicas de sus padres para que no queden en el desamparo y sin apoyo económico.

Ortega señala que muchos adultos mayores que trabajan en las calles desconocen las leyes que los amparan como el artículo 316 del Código de la Familia, que los faculta para interponer una demanda o solicitud de alimentos a sus hijos por su estado de necesidad y desamparo.

Doña María Victoria manifiesta que le toca quedar al amparo de Dios y la buena voluntad de corazones generosos que le ayuden a mejorar sus condiciones de vida.

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