Nehemías Velásquez, en su jornada diaria en un semáforo capitalino.

Nehemías Velásquez, en su jornada diaria en un semáforo capitalino.

Nehemías Velásquez: Dios me dio el talento de ser malabarista

Sus herramientas de trabajo son: una mesita de hierro, cuerdas y otros útiles para hacer piruetas en un acto que dura lo mismo que el cambio de luces en el semáforo.


Cuando la luz del semáforo cambia a rojo, el acto empieza en uno de los semáforos de la calle principal de Altamira en Managua. Ese es el lugar de trabajo de Nehemías Velásquez, un hombre de 38 años quien desde los 14 años se dedica al malabarismo en las calles.

Sus herramientas de trabajo son: una mesita de hierro, cuerdas y otros útiles para hacer piruetas en un acto que dura lo mismo que el cambio de luces en el semáforo.

Sus primeros pasos en este oficio los dio en su adolescencia, cuando solamente contaba con tres naranjas con las que hacia malabares.

Dios me dio el talento de ser malabarista, equilibrista con las manos, soy trapecista, me dio la habilidad de caminar sobre la cuerda. Para mí el arte circense es una cultura, son ejercicios de creatividad. Ya son 20 años los que llevo en esto”, dijo Nehemías.

Este oficio lo hace para sobrevivir y mantener a su hija de 13 años y a su hijo de 16 años de edad.

Cada día, Nehemías realiza sus números, esperando poder recolectar, entre monadas, para la cena de la noche y con mucha suerte para la mañana siguiente.

Cuando el acto termina, Nehemías baja de la cuerda y camina entre los vehículos que transitan la calle, algunos le han dado monedas, otros billetes de 10 córdobas y otros con los vidrios de sus vehículos abajo sacan sus celulares para fotografiar o tomar videos del acto.

“El anhelo mío es prosperar, al desear prosperar tengo que cuidarme, fuera de las cortinas, atrás de las cortinas donde la gente no me mire, tengo que cuidarme. No desvelarme, no ingerir cosas alucinógenas y el dinero que ellos me dan no malgastarlo”, explicó el malabarista.

De todo el show callejero, la otra cara de la moneda que nadie ve, es la lucha de este malabarista contra el inclemente sol de mediodía y la inevitable lluvia de invierno, una experiencia que al contarla saca lágrimas de los ojos de Nehemías.

“Cuando está el palo de agua tengo que mojarme todo por querer ganarme una moneda y el madre solazo que me tengo que tragar (…) aquí cuando es Semana Santa o abril hay que verse cómo la cara se le pone a uno de tan caliente, eso es duro”, cuenta entre lágrimas Nehemías.

Sin embargo, afirma que a pesar de las dificultades, debe “seguir adelante”, pues su sueño es poner su propio circo, pero primero desea ayudar a que sus hijos terminen sus estudios, por eso dice que la fe es lo último que se pierde y continuará trabajando en este oficio, que para él es un arte.