Hector escobar

Hector escobar

Floricultura, una herencia de dos familias nicaragüenses

Dos familias que pasaron de un canasto con "mil flores" en el mercado Oriental a un inmenso campo azul y celeste; de un vivero ecológico a un bosque verde.


A 26 kilómetros de la capital, en Las Nubes, al este de El Crucero, hasta hace seis años vivía doña Casimira Rubí, de 85 años, quien por su amor a la naturaleza y aprovechando el clima de la zona que facilitaba el crecimiento de las hortensias o “mil flores” de color azul y celeste, las sembró en el patio de su casa.

Más adelante, esa práctica de floricultura le permitiría llevarlas a vender diariamente desde tempranas horas sobre las aceras del mercado Oriental. Esa motivación de salir adelante y llevar alimento a sus hijos se convirtió en una herencia y sustento para 3 de sus hijos, la familia Rubí, dueños del “Campo de las Mil Flores”, que en las últimas semanas ha cobrado mucha popularidad.

Desde hace 7 años, esta familia ocupó un espacio de tierra para sembrar 3,632 plantas de este tipo de flores con las cuales abastecen floristerías, organizadores de eventos e incluso eventualmente exportan hacia El Salvador y Honduras.

“Mi abuelita que en paz descanse, aprovechando el fácil cultivo de estas flores, empezó a producir para luego venderlas en su canasto en el mercado, esta fue una herencia para sus hijos, mi mamá y dos hermanos de ella, o sea dos tíos de nosotros”, relata Alison Rubí, una de las administradoras del local y nieta de doña Casimira.

Doña Casimira, solo alcanzó a conocer el plan de sus hijos de crear dicho campo, pero su partida de este mundo, un 7 de febrero de 2017, no le dejó ver el imponente plantillo con las que por muchos años sostuvo a su familia.

La joven explica que la familia lleva 7 años cultivando estas flores, 5 años de siembra en su proceso de crecimiento y apenas hace 2 han logrado que estas tengan su tamaño actual, que les ha permitido llevar en mayores cantidades el abastecimiento de las floristerías.

Este campo colorido y natural llamó la atención de las personas por el paisaje y clima agradable, así, una actividad de floricultura se convirtió en un destino de turismo que ha generado ingresos adicionales a esta familia, aumentando en un 10% la demanda de esta hermosa flor, recibiendo más de 6,000 córdobas mensuales. La docena tiene un valor de 120 córdobas, la unidad 10 córdobas.

Los nicaragüenses pueden ingresar a este campo en horario de jueves a domingo desde las 9:00 de la mañana hasta las 5:00 de la tarde, pagando un costo de 20 córdobas y con la opción de degustar de alimentos caseros y por supuesto, sin dejar de tomarse su respectivo selfie, entre amigos, parejas y familia.

“La familia decidió extender el cultivo de las flores porque a veces no podíamos abastecer a las floristerías. Seguimos expandiéndonos con la exportación ocasional hacia El Salvador, donde hemos tenido bastante aceptación, comenzamos el año pasado, han sido bien aceptadas por su calidad y el trato especial que tenemos hacia el cliente”, añade.

Cómo proyecto familiar a mediano plazo, esperan incorporar otra variedad de colores blancas y rosadas de esta flor para hacerlo más llamativo al visitante, a largo plazo planean crear un campo de girasoles.

50 años de llevar plantas a interiores y exteriores de hogares

En otro punto del país, exactamente en Catarina, Masaya, una tierra rica en recursos naturales, se ha convertido en fuente de ingresos para sus habitantes, allí se ubica el vivero ecológico La Gallina, en el que don José Ruiz, amante de la naturaleza, dedicó 50 años de arduo trabajo produciendo más de 300 plantas ornamentales, frutales y cítricos.

Hoy en día, la familia de Don José, luego de su muerte, mantiene activo este negocio.

“Este espacio lo comenzó mi papá, quién murió hace unos años, es una pequeña reserva que tenemos tanto de árboles forestales como maderables, así como para interiores y nos ha servido para ayudarnos en la economía, porque a través de este pequeño negocio he podido educar a mis hijos”, dice Lesbia Ruiz Gallo, hija de don José.

Este vivero se respira aire fresco que desconecta al visitante de los suburbios y lo acerca a la energía y oxígeno emanado de la naturaleza. Posee 10 variedades de bellas flores, entre ellas, anturias, gingeres, veraneras, camarones amarillos, tumbergias, geranios, corona de cristo, avispas, sombrilla china, San Diego, azaleas, camelias, entre otras.

Coloridas opciones de flores que pueden ayudar a formar un jardín en casa o bien decorar en eventos. Así, este amplio espacio verde se convierte en una fuente de importantes ingresos económicos con plantas que van desde los 50 hasta los 500 córdobas.

“Estas plantas nosotros las comercializamos a través de las personas que salen a vender a las calles, casa a casa, así mismo, vienen propietarios de negocios para decorar sus locales o realizar eventos y también las instituciones para decorar en las actividades que llevan a cabo, hemos tenido muy buena aceptación”, sostiene.

Señala que, hasta el momento, no han incursionado en la exportación, pero si tienen proveedores del extranjero quienes les surten de especies con las que aún no cuentan.

La familia Ruiz Gallo actualmente trabaja en semilleros o almácigos para producir violetas, rábano, papaya, granadilla, mimbros, melocotón, begonias, chiltoma y especias como tomillo, romer, oreganos y plantas medicinales debido a la amplia demanda que han venido experimentando, apuestan en aprovechar ese nicho de mercado.

“Estamos ahorita aprovechando el verano y próximo invierno para producir más variedades de plantas que se producen con semillas o estacas de plantas, de esa manera podemos creando variedades. La gente está buscando más especias y plantas medicinales porque la gente así sustituye los fármacos”, señaló.

Eliezer Caballero miembro de esta familia explica que los semilleros o almácigos, llevan un proceso de cuido en el cual se lleva la semilla o estaca de la planta a bolsas de diferentes tamaños que van a reproducir las cuales pueden estar listas para su traslado en un lapso de dos meses para poder comercializarlas, sin que les falte agua y abono.

“Es un proceso, con la tierra llenamos las bolsas según la medida, estaquillamos las platas que vamos a usar para hacer los almácigos; pueden ser hasta mil plantas, pero va en dependencia del tipo que queramos. En un término de tiempo de un mes o mes y medio, cuando ya están pegadas las sacamos entre sol y sombra y posterior se hace el cambio de bolsa para que sean trasplantadas”, explica.

Agrega que hay plantas que demoran un mes en pegar, otras demoran hasta 20 días.

Ambas familias son un ejemplo del trabajo y dedicación constante en este tipo de negocio en el que han sabido combinar el amor por la naturaleza, el emprendimiento y la belleza única que nos regalan las flores y plantas ornamentales que cultivan con tanto esmero, para que ese pedacito de bosque llegue hasta la comodidad del hogar.

Suscríbete a nuestro YouTube