Nicole, la niña valiente con diabetes que aprendió a inyectarse sola la insulina

A sus 9 años puede medir sus niveles de glucosa como una persona adulta, aprendió a utilizar el glucómetro y tomar sus medicamentos para autocontrolarse.


Lilliam Díaz es una joven madre soltera de dos niñas que juegan, ríen y disfrutan de la vida como cualquier otro niño. La niña mayor, Nicole, que tiene nueve años, es una niña con muchas energías y es una paciente de diabetes. Ella fue diagnosticada después de los dos años de edad cuando su madre empezó a notar síntomas sin saber lo que realmente tenía.

"Antes de cumplir los dos años todo era normal, se desarrolló como cualquier niña, su leche se la tomaba normal, comía normal, después de los dos años fue que empezó a inflamársele el abdomen y empecé a preocuparme porque le costaba respirar, comía mucho, todo el tiempo tenía sed, iba constantemente al baño y a cada instante pedía comida y agua, me dijeron que no era normal que su estómago estuviera muy inflamado", cuenta Lilliam Díaz, madre de Nicole.

Agrega que la llevo a la clínica muchas veces, "pasé ocho meses yendo dos o tres veces al día a la clínica y ellos me decía que era normal que los niños delgaditos tenían el estómago inflamado".

Iniciaron días incansables de evaluaciones médicas para la niña que no mejoraba su salud. Lilliam estaba devastada luego de sospechar que su hija no tendría una vida normal, y vinieron una serie de exámenes para confirmar la enfermedad que la estaba atacando.

“Luego a mí me mandan al cirujano y antes de ir, ella se me enfermó, le dio fiebre y no sabía los motivos, entonces la llevé al hospital y me le hicieron unos exámenes, cuando salen los resultados el doctor me preguntó si mi niña era diabética y me asusté; le dije que no, me pidieron que la llevara al siguiente día en ayuno para repetirle los exámenes y fue cuando le salió alterada la glucosa”, recuerda Lilliam.

Lo difícil estaba por venir. Lilliam desconocía por completo los tratamientos para un niño con diabetes, no tenía idea de cómo medicarla ni cómo cuidar su alimentación. Un proceso que inició poco a poco para mantener a la niña con vida y para evitar recaídas por de la enfermedad.

"La niña estaba casi inconsciente, no respondía, después que el doctor le entrega los resultados del examen llamaron a varios especialistas para saber su estado y la peor parte fue cuando me dijeron que la iba a meter a cuidados intensivos y me sentí mal porque no pensé llegar a ese extremo, ella lloraba porque quería estar conmigo y yo lloraba porque yo no podía, luego llego el endocrinólogo y me explicó cómo aplicarle insulina, la alimentación, el horario de tratamiento", relata.

Lilliam enseñando a su hija con diabetes cómo inyectarse insulina

Además de la enfermedad, está familia enfrentó la desunión familiar. En las luchas, Nicole tuvo que batallar sola junto a su madre. Algunos días, algunas noches o madrugada se convirtieron a en una batalla por sobrevivir.

“El papá se fue cuando ella tenía cinco años y yo tenía tres meses de embarazo de la segunda niña, me tocó salir adelante, mi mamá me apoya pero necesitaba ese respaldo cuando la niña tenía que ir al hospital, nosotros vivimos algo terrible porque ella sufría, no quería que se fuera su papá, lloraba y cerraba la puerta para que no se fuera y todo eso nos afectaba a las dos", comparte.

"Cuando nació la otra niña yo me vi mal, ella vio todo eso y se me descompensó, yo estaba en un lado porque iba a nacer su hermanita y ella estaba en emergencia porque se le había subido la azúcar. Ella ha sufrido mucho, pero quiere salir adelante y quiere estudiar, hacer muchas cosas, desea ser doctora y su sueño es comprar una casa para que vivamos su hermana y yo", refiere Lilliam.

El inicio a clases no fue fácil para Nicole, las recaídas le evitaban llevar con normalidad este ciclo, muchas veces tuvo que dejar el colegio; pero la perseverancia y la fe lograron superar cada obstáculo y asistir al colegio como cualquier otra niña.

"Cuando empezó ir a la escuela, ella se ponía mal; le desesperaba el ruido de los demás niños, se ponía helada, sudaba, le daba dolor de cabeza, se le alteraba el azúcar y así estuvo en esa lucha por tres años. La matriculaba en el colegio y la tenía que sacar porque siempre le daba problema, ya con el tiempo le metí la idea en la cabeza que ella debe ir a la escuela, que tenía que jugar con los niños y realizar sus actividades normales", resalta.

Ser madre soltera con un hijo diabético no es fácil. Lilliam es el ejemplo de lo que tienen que hacer muchos padres para cuidar y atender a un menor con esta enfermedad. Y además de estar atentos a cualquier alerta que pueda afectarle a su salud.

“Lo primero que cambió es que tuve que terminar mi carrera para dedicarme a ella porque era la única que la podía cuidar, yo estudiaba administración de empresa, estar pendiente de sus inyecciones, su comida, su merienda, de todo, uno aprende a conocer los síntomas", indica Lilliam.

Nicole con su hermanita menor en su casa

A sus 9 años, Nicole puede medir sus niveles de glucosa, como una persona adulta aprendió a utilizar el glucómetro, tomar sus medicamentos para autocontrolarse, e incluso sabe inyectarse la ínsula sin ayuda de nadie. Sin duda una niña valiente.

"Desde chiquita aprendió a usar el glucómetro y le decía cuáles eran los números normales para que supiera si estaba bien, poco a poco fue aprendiendo, siempre ha sido una niña valiente que ha salido adelante y seguimos siempre dependiendo de la insulina para que ella esté bien", explica Lilliam.

Lilliam es una madre soltera que ha sacada adelante a sus dos hijas a pesar que una de ellas es diabética